Enfermedades comunes: soluciones y tratamientos
Resfriado común
El resfriado es probablemente la enfermedad que aquejará a tu hijo con más frecuencia. En promedio, los niños de menos de siete años se resfrían entre siete y diez veces al año, y los resfríos suelen durar entre una y dos semanas. Por lo general, no es necesario llevar a los niños de más de seis meses al médico por un resfriado, excepto que tengan dolor de oído o de garganta, o fiebre de más de 39 °C (102 °F) durante más de uno o dos días.
Otro dato de sabiduría popular: no existe cura para el resfriado común. Los estudios sobre el tema han demostrado que los descongestivos y medicamentos contra la tos no son demasiado efectivos para reducir los síntomas o la duración del resfriado. No hacen falta antibióticos si se trata de un resfriado común y corriente; por el contrario, pueden dejar al niño expuesto a infecciones bacterianas resistentes en el futuro. La solución: tomar mucho líquido y descansar.
Fiebre
La fiebre puede acompañar resfríos u otras enfermedades virales o bacterianas. En general, se puede esperar un día o dos para ver si aparecen otros síntomas antes de consultar a un médico para tu niño. La fiebre de menos de 38 °C (101 °F) no suele necesitar tratamiento, a menos que el niño tenga antecedentes de convulsiones con fiebre. Si come y duerme razonablemente bien, y tiene aunque sea un poco de ganas de jugar, puedes permanecer atenta y esperar.
Diarrea
Bastante común en niños pequeños, la diarrea tiene la mayoría de las veces origen viral. Cuando es grave y prolongada, puede producir deshidratación, un trastorno peligroso pero que se puede prevenir. Si tu hijo tiene evacuaciones líquidas cada una o dos horas durante más de ocho horas, debes consultar a tu médico. Si hay menos de seis episodios de diarrea por día, y tu hijo toma abundante líquido y tiene aunque sea un poco de ganas de jugar, puedes esperar un día o dos para ver si se mejora antes de llamar al médico. Continúa ofreciéndole su dieta habitual en la medida en que la tolere, pero evita darle alimentos fritos o ricos en fibra, como frijoles o brócoli.
Ponte en acción
Si tu hijo tiene menos de seis años y orina menos de cuatro veces en 24 horas, tiene los labios secos y agrietados, produce menos lágrimas cuando llora y está significativamente decaído, es porque está deshidratado. Si tiene heces acuosas con sangre o pus, o si la diarrea está acompañada por una fiebre de más de 39°C (103 °F), comunícate con tu médico.
Cómo ayudar
Los niños de más de tres años de edad a menudo se avergüenzan de tener diarrea, en especial si les ocurren “accidentes”. Asegúrale a tu hijo que eso les pasa a muchos niños, y nunca lo regañes por uno de esos “accidentes”. Si se le irritan las nalgas, límpialo bien y después aplica una capa delgada de vaselina o un ungüento con óxido de zinc. Tomar sorbitos de líquido a temperatura ambiente con una pajilla o bombilla puede ayudar a prevenir la deshidratación sin disparar una nueva evacuación.
Medidas de prevención
Qué lindo sería poder prevenir todas las enfermedades. Aunque eso es imposible, se puede reducir la cantidad de veces que se contraen muchas enfermedades comunes. Lavarse bien las manos es la mejor manera. Recuérdale a tu hijo que se lave las manos antes de comer, después de ir al baño y después de sonarse la nariz. Otras medidas que se pueden tomar incluyen establecer una rutina fija de sueño para tu hijo, ofrecerle alimentos saludables y variados, y asegurarte de que haga mucha actividad física.
El lado positivo
El lado positivo es que las enfermedades leves de la infancia ayudan a fortalecer el sistema inmunológico que cuidará de tu hijo durante toda su vida. Además, las enfermedades leves le ofrecen a tu hijo la oportunidad de aprender sobre su cuerpo, sobre los gérmenes, y sobre cómo es el proceso de sanación. Probablemente esté muy interesado en cuestiones como por qué le moquea la nariz y por qué la caca sale tan seguido. Puedes ayudarlo a hacerse una idea de cómo funciona el cuerpo y cómo se cura, a darse cuenta de que hoy se siente mejor que ayer, y a reflexionar sobre cómo otras personas que estuvieron enfermas antes ahora están perfectamente bien. Esto lo ayudará a adquirir una mayor percepción de sí mismo y a comprender que la enfermedad es una parte llevadera de la vida. Colaborar con tu niño de esta manera lo ayuda a aprender y a crecer.
No olvides los abrazos.
Las enfermedades le abren las puertas a tu hijo a rituales familiares especiales, como por ejemplo más almohadas, paños fríos para la frente afiebrada, deliciosa sopa de pollo, y masajes especiales en la espalda hechos por mamá o papá. A los padres también les gusta esa parte, ya que son libres de consentir a su bebé. Disfruta de la oportunidad de acurrucarte con tu hijo. ¡Las cosas volverán a la normalidad pronto!
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